Reflexión sobre el Evangelio
Jesús, clavado en la Cruz, muere por todos los pecados y vilezas de los hombres. A pesar de los sufrimientos es una muerte serena, donde resplandece la majestad del Señor, que inclina la cabeza después de haber cumplido la misión encomendada. «¿Quién es capaz de morir cuando quiera, como Jesús murió cuando quiso? ¿Quién puede revestirse de la muerte cuando quiera, como Él se despojó de su carne cuando quiso? (…) ¡Cuánto debe esperarse o temerse el poder del que vendrá a juzgar, cuando tan grande apareció en el momento de morir!» (San Agustín, In Ioannis Evangelium Tractatus, 119,6).