Reflexión sobre el evangelio
Jesús es designado aquí por su trabajo y por ser «el hijo de María». ¿Indica esto que San José ya había muerto? No lo sabemos, aunque es probable. En todo caso, es de subrayar esta expresión: en los Evangelios de San Mateo y de San Lucas se había narrado la concepción virginal de Jesús. El Evangelio de San Marcos no se refiere a la infancia del Señor, pero quizás pueda verse una alusión a la concepción y nacimiento virginales, en la designación «el hijo de María».
«José, cuidando de aquel Niño, como le había sido ordenado, hizo de Jesús un artesano: le transmitió su oficio. Por eso los vecinos de Nazaret hablarán de Jesús, llamándole indistintamente ‘faber y fabri filiuis’, artesano e hijo de artesano» (S. Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, n. 55). De esta manera el Señor nos ha hecho saber que nuestra vocación profesional no es ajena a sus designios divinos.
Meditación
Te basta mi gracia
I. ‘Para que no me engría, me fue clavado un aguijón en la carne, un ángel de Satanás, para que me abofetee, y no me engría’ (2 Co 12, 7-10). San Pablo así nos muestra su profunda humildad. Aunque no sabemos con seguridad a qué se refiere cuando habla de este aguijón de la carne, y algunos Padres tienen diferentes opiniones, sí sabemos que es algo que humilla al Apóstol, y que había pedido al Señor por tres veces que apartara de él ese obstáculo. Y recibió esta sublime respuesta: Te basta mi gracia, porque la fuerza resplandece en la flaqueza. Nosotros, en nuestra debilidad, experimentamos constantemente la necesidad de acudir a Dios y a la fortaleza que de Él nos viene. ¡Cuántas veces nos ha dicho el Señor en la intimidad de nuestro corazón: Te basta mi gracia! Nunca nos dejará el Señor en medio de las pruebas. Nuestra misma debilidad nos ayuda a confiar más, a buscar el refugio divino, a pedir más fuerzas, a ser más humildes.
II. Nosotros, como san Pablo, sentimos de una manera muy viva nuestras limitaciones. Vemos lo que el Señor espera de nosotros en esa situación o en aquellas circunstancias, pero quizá nos encontramos débiles y cansados ante las pruebas y dificultades que debemos superar, y pensamos que no podemos. “Te has olvidado de la amonestación del Señor al Apóstol: ¡te basta mi gracia!, que es una confirmación de que, si quieres, puedes” (S. Josemaría Escrivá, Surco). A cada uno de nosotros el Señor nos dirige estas palabras para que nos llenemos de fortaleza y de esperanza ante las pruebas que tengamos. III. Aunque no debemos temer la tentación porque el Señor nos dará Su gracia, podemos prevenirla y poner todos los medios para vencerla: la oración y mortificaciones voluntarias, huir de las ocasiones de pecado, llevar una vida laboriosa y cambiar de actividad en el descanso, fomentar horror al pecado, por pequeño que parezca, y aumentar el amor a Cristo y a María. También combatimos con eficacia cuando abrimos el alma en la dirección espiritual, pues manifestar la tentación es casi ya vencerla. Cuanto mayor sea la resistencia del ambiente o de las propias flaquezas para ir adelante en el camino, más ayudas y gracias nos dará Dios. Y Nuestra Madre del Cielo estará siempre muy cerca en esos momentos de mayor necesidad: no dejemos de acudir a su protección maternal.