Sábado 15 de enero

Reflexión sobre el Evangelio

El Señor llama a todos, su misión redentora es universal; en otras ocasiones lo afirmaba utilizando parábolas como la del banquete de bodas (Mt 22,1-14; Lc 14,16-24). ¿Cómo explicar entonces esa restricción que parece poner aquí el Señor, al decir que no ha venido a llamar a los justos? No se trata en realidad de una restricción. Jesús aprovecha la ocasión para reprochar a los escribas y fariseos su actitud orgullosa: se consideraban justos y su complacencia en esa supuesta santidad les alejaba de la llamada a la conversión, pensando que se salvarían por sí mismos (cfr Jn 9,41).

Meditación

Convivir con todos

I. Los fariseos se sorprenden al ver a Jesús sentarse a comer con toda clase de personas: ¿Por qué come con publicanos y pecadores? (Mc 2, 13-17). Jesús se siente bien con todo el mundo, porque ha venido a salvar a todos. No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. En esta escena contemplamos cómo el Señor no rehúye el trato social; más bien lo busca. Su afán salvador se extiende a todas las criaturas de cualquier clase y condición. Jesús mostró un gran aprecio a la familia, donde se ha de ejercer en primer término la convivencia, con las virtudes que ésta requiere, y donde tiene lugar el primero y principal trato social. Jesús es un ejemplo vivo para nosotros porque debemos aprender a convivir con todos, por encima de sus defectos, ideas y modos de ser. Debemos aprender de Él a ser personas abiertas, con capacidad de amistad, dispuestos siempre a comprender y a disculpar. Un cristiano que sigue a Cristo no puede estar encerrado en sí mismo, y despreocupado de lo que sucede a su alrededor.

II. Nosotros tenemos a lo largo del día muchos encuentros esporádicos y fugaces con diversas personas. Para un cristiano son importantes, pues es una ocasión de mostrarles aprecio porque son hijos de Dios. Y lo hacemos normalmente a través de esas muestras de educación y cortesía. La virtud de la afabilidad –que encierra en sí a muchas otras, según enseña Santo Tomás –, ordena “las relaciones de los hombres con sus semejantes, tanto en los hechos como en las palabras” (Suma Teológica), nos lleva a hacer la vida más grata a quienes vemos todos los días. El cristiano sabrá convertir los múltiples detalles de la virtud humana de la afabilidad en otros actos de la virtud de la caridad, al hacerlos también por amor a Dios.

III. Son muchas las virtudes que facilitan y hacen posible la convivencia: la benignidad y la indulgencia, la gratitud, la cordialidad y la amistad, la alegría y el respeto mutuo. El ejemplo de Jesús nos inclina a vivir amablemente abiertos hacia los demás; a comprenderlos, a mirarlos con simpatía inicial y siempre, con una mirada que alcanza las profundidades del corazón y sabe encontrar la parte de bondad que existe en todos. Y muy cercana a la comprensión está la capacidad de disculpar con prontitud. Hoy sábado, hacemos el propósito, en honor de la Virgen, el cuidar con esmero todos los detalles de fina caridad con el prójimo.

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