Miércoles 6 de abril

Reflexión sobre el Evangelio

El Señor responde a la objeción de los judíos: efectivamente son hijos de Abrahán, pero sólo en sentido natural, según la carne, circunstancia carente ya de valor, pues lo que ahora cuenta es la aceptación de Jesús como Enviado del Padre. Espiritualmente los interlocutores de Jesús están muy lejos de tener la verdadera filiación de Abrahán: éste se alegró al ver al Mesías; por su fe fue justificado, y su fe le movió a llevar una conducta consecuente; por esto llegó a alcanzar el gozo de la eterna bienaventuranza. En cambio, aquellos judíos «eran sus descendientes carnales, pero habían degenerado no imitando la fe de aquel de quien eran hijos» (San Agustín, In Ioannis Evangelium Tractatus, 42,1). Los que viven de la fe –dice san Pablo– son los verdaderos hijos de Abrahán y junto con él serán bendecidos por Dios.

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