Reflexión sobre el Evangelio
«Abraham, el padre de ustedes, se regocijaba con el pensamiento de verme»: El futuro cumplimiento de las promesas mesiánicas fue ya para Abrahán causa de inmensa alegría: «Abrahán, nuestro padre, teniendo la certeza de que se cumpliría la antigua promesa y esperando contra toda esperanza, recibió en el nacimiento de su hijo Isaac las primicias proféticas de la alegría mesiánica. Tal alegría se encuentra como transfigurada a través de una prueba de muerte, cuando su hijo único le es devuelto vivo, prefigurando la Resurrección del Hijo Único de Dios que había de venir, prometido para un sacrificio en el que se realizaría la Redención. Abrahán exultó al pensar que vería el día de Jesucristo, el día de la Salvación: ‘lo vio y se alegró’» (Pablo VI, Adhort. Apost. Gaudete in Domino, n. 2). Jesús se mueve en un plano superior al de los patriarcas, pues éstos sólo vieron proféticamente, «de lejos», el día de Cristo, esto es, el acontecimiento de la Redención, mientras Él es quien lo lleva a cabo.