Reflexión sobre el evangelio
En aquellos tiempos era costumbre reunir al oscurecer varios rebaños en un mismo recinto. Allí permanecían toda la noche bajo la custodia de un guarda. Al amanecer, cada pastor llegaba, le abría el guarda, y llamaba a sus ovejas, que se incorporaban y salían del aprisco tras él; les hacía oír frecuentemente su voz para que no se perdieran, y caminaba delante para conducirlas a los pastos. El Señor hace uso de esta imagen, tan familiar a sus oyentes, para mostrarles una enseñanza divina: ante voces extrañas, es necesario reconocer la voz de Cristo –actualizada de continuo por el Magisterio de la Iglesia– y seguirle, para encontrar el alimento abundante de nuestras almas.