Jueves 9 de junio

Reflexión sobre el Evangelio

Acerca de la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, la Encíclica ‘Mysterium fidei’ de Pablo VI, afirma: «Apoyado en esta fe de la Iglesia, el Concilio de Trento confiesa ‘abierta y sencillamente que en el fortalecedor sacramento de la Eucaristía, después de la consagración del pan y del vino, se contiene verdadera, real y sustancialmente, Nuestro Señor Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, bajo la apariencia de aquellas cosas sensibles’ (De SS. Eucharistia, cap. 1). Por lo tanto, nuestro Salvador está presente según su humanidad, no sólo a la derecha del Padre, conforme al modo natural de existir, sino al mismo tiempo también en el Sacramento de la Eucaristía según un modo de existir que, aunque apenas podemos expresar con palabras, podemos sin embargo alcanzar con la razón ilustrada por la fe y debemos creer firmísimamente que es posible para Dios» (n. 5). Las almas cristianas, contemplando este inefable misterio, siempre han percibido la grandeza de este Sacramento, que deriva de la realidad de la presencia de Cristo. El sacramento de la Eucaristía no es solamente signo eficaz de una presencia amorosa de Cristo y de su íntima unión con los fieles, sino que en él Cristo está presente de modo corporal y sustancial, como Dios y como hombre.

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