Reflexión sobre el Evangelio
«Así como el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir»: El Concilio Vaticano II insiste de una manera notable en este aspecto de servicio que la Iglesia ofrece al mundo, y que los cristianos han de presentar como testimonios de su identidad cristiana: «Al proclamar el Concilio la altísima vocación del hombre y asegurando que haya en él cierta semilla divina, ofrece al género humano la sincera colaboración de la Iglesia para lograr la fraternidad universal que a esta vocación corresponde. No es ambición terrena lo que mueve a la Iglesia, sólo aspira a una cosa: continuar, bajo la guía del Espíritu Paráclito, la obra misma de Cristo, que vino a este mundo a dar testimonio de la verdad, a salvar y no a juzgar, a servir y no a que le sirvieran» (Const. Past. Gaudium et spes, n. 3).