Reflexión sobre el Evangelio
Tanto la virginidad como el matrimonio son necesarios para el crecimiento de la Iglesia, y ambos suponen una vocación específica de parte del Señor: «El celibato es precisamente un ‘don del Espíritu’. Un don semejante, aunque diverso, se contiene en la vocación del amor conyugal verdadero y fiel, orientado a la procreación según la carne, en el contexto tan amplio del sacramento del Matrimonio. Es sabido que este don es fundamental para construir la gran comunidad de la Iglesia, Pueblo de Dios. Pero si esta comunidad quiere responder plenamente a su vocación en Jesucristo, será necesario que se realice también en ella, en proporción adecuada, ese otro ‘don’, el don del celibato por el Reino de los Cielos» (Juan Pablo II, Carta a todos los sacerdotes de la Iglesia, 8-IV-1979, n. 8).