Reflexión sobre el Evangelio
Para distinguir entre el buen árbol y el malo hemos de fijarnos en los frutos, en las obras, y no en las hojas, no en las palabras. «Porque no faltan en la tierra muchos en los que, cuando se acercan las criaturas, descubren sólo hojas: grandes, relucientes, lustrosas. Sólo follaje, exclusivamente eso, y nada más. Y las almas nos miran con la esperanza de saciar su hambre, que es hambre de Dios. No es posible olvidar que contamos con todos los medios: con la doctrina suficiente y con la gracia del Señor, a pesar de nuestras miserias» (S. Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, n. 51).