Domingo 25 de septiembre

Reflexión sobre el Evangelio

La parábola disipa dos errores: el de los que negaban la supervivencia del alma después de la muerte –y por tanto, el Juicio y la retribución ultraterrena– y el de los que interpretaban la propiedad material en esta vida como premio a la rectitud moral, y la adversidad, en cambio, como castigo. En el contexto en el que es recogida por el evangelio, esta parábola es el ejemplo más palmario de la doctrina sobre las riquezas expresada poco antes. Del rico Epulón no se dice que hiciera nada malo, simplemente que vestía muy bien y celebraba diariamente espléndidos banquetes; pero, al vivir sólo para eso, no puede ver al prójimo en Lázaro y es incapaz de oír la voz de Dios aun con manifestaciones extraordinarias. La parábola es así una invitación a la sobriedad de vida y a la solidaridad.

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