Meditación
La razón de la alegría
I. El Evangelio nos relata la alegría de los discípulos, cuando vuelven de predicar por todas partes, con muchos frutos, la llegada del reino de Dios. Jesús, también lleno de gozo radiante, les dice: alegraos porque vuestros nombres están escritos en el Cielo. La esperanza de la bienaventuranza, el permanecer siempre junto a Dios, es la fuente inagotable de la alegría: Al entrar en la gloria eterna, si somos fieles, escucharemos de boca de Jesús estas inefables palabras: ‘entra en el gozo de tu Señor’ (Mt 25, 21). El gozo del cristiano, aquí en la tierra, es imposible fuera de Dios. El Señor pone en nuestro camino alegrías naturales, sencillas; el cristiano debe poner un esfuerzo paciente para reconocerlas: La alegría de la existencia y la vida, del amor honesto y santificado, de la naturaleza y del silencio, del trabajo esmerado y del deber cumplido; la alegría transparente de la pureza, del servicio, del saber compartir, del sacrificio escondido.
II. La alegría es el amor disfrutado; es su primer fruto. Cuanto más grande es el amor, mayor es la alegría (Santo Tomás, Suma Teológica). Dios es amor (1 Jn 4,8), enseña san Juan; un Amor sin medida, un Amor eterno que se nos entrega. Y la santidad es amar, corresponder a esa entrega de Dios al alma. Por eso, el discípulo de Cristo es un hombre, una mujer, alegre, aun en medio de las mayores contrariedades: “Y Yo os daré una alegría que nadie os podrá quitar” (Jn 16, 22). “Un santo triste es un triste santo” se ha escrito con verdad. Porque la tristeza tiene una íntima relación con la tibieza, con el egoísmo y la soledad. El Señor nos pide el esfuerzo para desechar un gesto adusto o una palabra destemplada para atraer muchas almas hacia Él, con nuestra sonrisa y paz interior, con garbo y buen humor. Si hemos perdido la alegría, la recuperamos con la oración, con la Confesión y el servicio a los demás sin esperar recompensa aquí en la tierra.
III. La Virgen es la llena de gracia, y por consecuencia es la que posee la plenitud de la alegría. Estar cerca de la Virgen es vivir dichoso. En el Santo Rosario la llamamos Causa de nuestra alegría, es la portadora de la ternura infinita del Padre, del Amor hasta la muerte de Dios Hijo, y del fuego y del gozo del Espíritu Santo (A. Orozco, Mirar a María). Procuremos hoy sábado, rezar con más esmero el Santo Rosario, y pidamos a Nuestra Señora, que con nuestra alegría sepamos llevar a Dios a nuestros parientes y amigos, porque vivimos en un mundo que frecuentemente está triste porque busca la felicidad donde no está.