Reflexión sobre el evangelio
Jesús se retiraba con frecuencia para hacer oración. Esta práctica del Maestro suscita en los discípulos el deseo de aprender a orar. Jesús les enseña lo que Él mismo hace. En efecto, cuando el Señor hace oración, comienza con la palabra «¡Padre!»: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc 23,46). No constituye realmente una excepción de esta norma la oración «Dios mío, Dios mío…» (Mt 27,46), que el Señor recita en la cruz, supuesto que se trata del Salmo veintidós, que es la oración final del justo perseguido. Se puede, por tanto, decir que lo primero que ha de tener la oración es la sencillez del hijo que habla con su Padre.