Reflexión sobre el Evangelio
El ciego de Jericó confiesa a gritos que Jesús es el Mesías –le da el título mesiánico de Hijo de David–, y le pide lo que necesita: ver. Su fe es más activa: grita, insiste, a pesar de los obstáculos de la gente. Y logra que Jesús le oiga y le llame. Dios ha querido que en el santo Evangelio haya quedado constancia del episodio de este hombre, ejemplo de cómo debe ser nuestra fe y nuestra petición: firme, sin dilaciones, constante, por encima de los obstáculos, hasta conseguir llegar al corazón de Jesucristo.