Reflexión sobre el evangelio
«Los primeros frutos del Espíritu Santo son la paz y la alegría. Y la Santísima Virgen había reunido en sí toda la gracia del Espíritu Santo…» (San Basilio, In Psalmos homiliae, in Ps 32). Los sentimientos del alma de María se desbordan en el Magnificat. El alma humilde ante los favores de Dios se siente movida al gozo y al agradecimiento. En la Santísima Virgen el beneficio divino sobrepasa toda gracia concedida a criatura alguna. «Virgen Madre de Dios, el que no cabe en los Cielos, hecho hombre, se encerró en tu seno» (Antífona de la Misa del Común de fiestas de Santa María). La Virgen humilde de Nazaret va a ser la Madre de Dios; jamás la omnipotencia del Creador se ha manifestado de un modo tan pleno. Y el Corazón de Nuestra Señora manifiesta incontenible su gratitud y su alegría.