Miércoles 28 de diciembre

Reflexión sobre el Evangelio

Dios permite la maldad y crueldad de Herodes que intenta dar muerte al Niño, al mismo tiempo que en su conducta cruel se cumple la profecía de Jeremías (Jr 31,15). La Iglesia ha visto en estos niños los primeros mártires que dan su vida por Cristo. El martirio les justificó y obró en ellos la misma gracia que confiere el Bautismo: es el Bautismo de sangre.

Santo Tomás comenta el pasaje de este modo: «Puesto que no podían hacer uso de su libertad, ¿cómo se puede decir que murieron por Cristo? (…) Dios no hubiese permitido esa matanza si no hubiese sido útil a aquellos niños. S. Agustín dice que dudar de que tal matanza fue útil a esos niños es lo mismo que dudar de que el Bautismo sea útil a los niños. Pues los inocentes sufrieron como mártires y confesaron a Cristo –‘non loquendo, sed moriendo’– no hablando, sino muriendo» (Comentario sobre S. Mateo, 2,16).

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