Reflexión sobre el Evangelio
La Virgen María, como buena madre, conoce perfectamente el valor de la respuesta de su Hijo, que para nosotros podría resultar ambigua («qué nos va a ti y a mí»), y no duda que Jesús hará algo para resolver el apuro de aquella familia. Por eso indica de modo tan directo a los sirvientes que hagan lo que Jesús les diga. Podemos considerar las palabras de la Virgen como una invitación permanente para cada uno de nosotros: «En eso consiste toda la santidad cristiana: pues la perfecta santidad es obedecer a Cristo en todas las cosas» (Santo Tomás de Aquino, Comentario sobre S. Juan, in loc.).