Viernes 17 de febrero

Reflexión sobre el Evangelio

Las palabras de Jesús, que debieron de parecer estremecedoras a quienes las escuchaban, dan la medida de lo que Cristo exige para seguirle. No pide Jesús un entusiasmo pasajero, ni una dedicación momentánea; lo que pide es la renuncia de sí mismo, el cargar cada uno con su cruz y seguirle. Porque la meta que el Señor quiere para los hombres es la vida eterna. Todo este pasaje evangélico está contemplado precisamente en el destino eterno del hombre. A la luz de esa vida eterna es como se ha de valorar la vida presente: ésta no tiene un carácter definitivo ni absoluto, sino que es transitoria, relativa; es un medio para conseguir aquella vida definitiva del Cielo. «Todo eso, que te preocupa de momento, importa más o menos. –Lo que importa absolutamente es que seas feliz, que te salves» (S. Josemaría Escrivá, Camino, n. 297).

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