Reflexión sobre el Evangelio
En Cristo Dios habla a todos los hombres; su voz resuena a través de los tiempos por medio de la Iglesia: «La Iglesia no cesa de escuchar sus palabras, las vuelve a leer continuamente, reconstruye con la máxima devoción todo detalle particular de su vida. Estas palabras son escuchadas también por los no cristianos. La vida de Cristo habla al mismo tiempo a tantos hombres que no están aún en condiciones de repetir con Pedro: ‘Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo’ (Mt 16,16). Él, Hijo de Dios vivo, habla a los hombres también como hombre: es su misma vida la que habla, su humanidad, su fidelidad a la verdad, su amor que abarca a todos. Habla además su muerte en cruz, esto es, la insondable profundidad de su sufrimiento y de su abandono. La Iglesia no cesa jamás de revivir su muerte en cruz y su Resurrección, que constituyen el contenido de la vida cotidiana de la Iglesia (…). La Iglesia vive su misterio, lo alcanza sin cansarse nunca y busca continuamente los caminos para acercar este misterio de su Maestro y Señor al género humano: a los pueblos, a las naciones, a las generaciones que se van sucediendo, a todo hombre en particular» (Juan Pablo II, Enc. Redemptor hominis, n. 7).