Reflexión sobre el Evangelio
«¿Quién pecó (…), él o sus padres?»: Sabemos por la Revelación que el origen de todas las desgracias que aquejan a la humanidad es el pecado: el pecado original y los sucesivos pecados personales. Sin embargo, esto no quiere decir que cada desgracia o enfermedad tenga su causa inmediata en un pecado personal, como si Dios enviara o permitiera los males en relación directa con cada pecado cometido. El dolor, que acompaña tantas veces la vida del justo, puede ser un medio que Dios le envía para purificarse de sus imperfecciones, para ejercitar y robustecer sus virtudes y para unirse a los padecimientos de Cristo Redentor que, siendo inocente, llevó sobre sí el castigo que merecían nuestros pecados. En este sentido, la Santísima Virgen, san José y todos los santos han experimentado intensamente el dolor como participación en el sufrimiento redentor de Cristo.