Reflexión sobre el evangelio
Cuando el Señor habla de la limpieza de los Apóstoles, en este momento inmediato a la institución de la Sagrada Eucaristía, está aludiendo a la necesidad de tener el alma limpia de pecado para recibirle. San Pablo repite esta enseñanza cuando dice: «Quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente será reo del cuerpo y de la sangre del Señor» (1 Co 11,27). De ahí que, cuando se tiene conciencia de pecado grave, sea necesaria la confesión previa para acercarse a comulgar.