Reflexión sobre el evangelio
«Yo soy el camino, la verdad y la vida»: «Los niños pequeños, a fuerza de oír hablar a sus madres y de balbucir vocablos con ellas, aprenden a hablar; nosotros, permaneciendo junto a nuestro Salvador, mediante la meditación, considerando sus palabras, sus acciones y sus afectos, aprenderemos, mediante su gracia a hablar, a actuar y a querer como Él. –es necesario detenerse aquí (…); no podremos llegar hasta Dios Padre sino por este camino (…); tampoco la Divinidad podría ser bien contemplada por nosotros en este bajo mundo si no se hubiese unido a la Humanidad sagrada del Salvador, cuya vida y muerte son el objeto más proporcionado, suave, delicioso y útil que podemos elegir para nuestras meditaciones» (San Francisco de Sales; Introducción a la vida devota, II, cap. 1, 2).