Reflexión sobre el Evangelio
El Papa León XIII explicaba cómo Cristo transfirió su propia misión a los Apóstoles: «¿Qué quiso y qué buscó al fundar y conservar la Iglesia? Esto: transmitir la misma misión y el mismo mandato que había recibido del Padre para que Ella los continúe. Esto es claramente lo que se había propuesto hacer y esto es lo que hizo: ‘Como el Padre me envió así os envío yo’ (Jn 20,21). ‘Como Tú me enviaste al mundo, así los he enviado yo al mundo’ (Jn 17,18) (…). Momentos antes de retornar al Cielo envía a los Apóstoles con la misma potestad con la que el Padre le había enviado; les ordenó que extendieran y sembraran por todo el mundo su doctrina (cfr Mt 28,18). Todos los que obedezcan a los Apóstoles se salvarán; los que no les obedezcan perecerán (cfr Mc 16,16) (…). Por eso ordena aceptar religiosamente y guardar santamente la doctrina de los Apóstoles como suya: ‘Quien a vosotros oye, a mí me oye; quien a vosotros desprecia, a mí me desprecia’ (Lc 10,16). En conclusión, los Apóstoles son enviados por Jesucristo de la misma forma que Él fue enviado por el Padre» (Enc. Satis cognitum, n. 7). En esta misión los Obispos son sucesores de los Apóstoles: «Cristo, por medio de los mismos Apóstoles, hizo partícipes de su propia consagración y misión a los sucesores de aquéllos, que son los Obispos, cuyo ministerio, en grado subordinado, fue encomendado a los presbíteros, a fin de que constituidos en el orden del presbiterado fuesen cooperadores del Orden episcopal para cumplir la misión apostólica confiada por Cristo» (Conc. Vat. II, Decr. Presbyterorum ordinis, n. 2).