Memoria de san Alfonso María Ligorio, Obispo y Doctor de la Iglesia
Antífona de Entrada
Buscaré a mis ovejas, dice el Señor, y les daré un pastor que las apaciente, y yo, el Señor, seré su Dios.
Oración Colecta
Dios nuestro, que haces surgir constantemente en tu Iglesia ejemplos admirables de santidad, concédenos imitar la amorosa preocupación de san Alfonso por la salvación de todos los hombres y alcanzar, con su ayuda, la felicidad eterna.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.
Primera Lectura
A ti, Jananías, no te ha enviado el Señor, y has hecho que el pueblo crea en una mentira
Lectura del libro del profeta Jeremías 28, 1-17
El quinto mes del cuarto año del reinado de Sedecías, Jananías, hijo de Azur y profeta de Gabaón, le dijo a Jeremías en el templo, en presencia de los sacerdotes y de todo el pueblo: «Esto dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: ‘Voy a romper el yugo del rey de Babilonia. Dentro de dos años haré que se devuelvan todos los objetos del templo del Señor, que el rey Nabucodonosor tomó de este lugar y se llevó a Babilonia; haré volver a Jeconías, hijo de Joaquín y rey de Judá, y a todos los desterrados de Judá que han ido a Babilonia, en cuanto yo rompa, dice el Señor, el yugo del rey Nabucodonosor’».
Entonces el profeta Jeremías le respondió a Jananías, en presencia de los sacerdotes y de todo el pueblo que estaba en el templo del Señor: «¡Amén! Que así lo haga el Señor. Que el Señor confirme lo que has predicho y haga retornar de Babilonia a este lugar los objetos del templo del Señor y a todos los desterrados. Pero, pon atención a lo que voy a decirte delante de todo el pueblo: Antes de mí y antes de ti, siempre ha habido profetas que predijeron a muchos países y a grandes reinos la guerra, el hambre y la peste. Y cuando un profeta predice la paz, sólo hasta que se cumplan sus palabras, se puede reconocer que es verdadero profeta, enviado por el Señor». Entonces Jananías tomó el yugo que traía Jeremías en el cuello, lo rompió y dijo delante de todo el pueblo: «Esto dice el Señor: ‘Así romperé el yugo de Nabucodonosor, rey de Babilonia, dentro de dos años, y lo quitaré del cuello de todas las naciones’».
Jeremías se alejó de allí. Pero un tiempo después de que Jananías había roto el yugo del cuello del profeta Jeremías, el Señor le habló a éste y le dijo: «Ve y dile a Jananías: ‘Esto dice el Señor: Has roto un yugo de madera, pero yo lo sustituiré por uno de hierro. Porque esto dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: He puesto en el cuello de todas estas naciones un yugo de hierro, para someterlas al servicio de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y hasta las bestias del campo le servirán’». Y Jeremías añadió: «Escucha, Jananías: No te ha enviado el Señor y tú has hecho que el pueblo crea en una mentira. Por eso el Señor te dice: ‘Yo te borraré de la superficie de la tierra. Este año morirás, por haber incitado a la rebelión contra el Señor’».
Y el profeta Jananías murió aquel mismo año, en el mes séptimo.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Del salmo 118
Enséñame, Señor, tus mandamientos.
Apártame de los caminos falsos y dame la gracia de cumplir tu voluntad. No quites de mi boca las palabras sinceras, porque yo espero en tus mandamientos.
Enséñame, Señor, tus mandamientos.
Que se vuelvan hacia mí tus fieles, los que hacen caso de tus preceptos. Que sea mi corazón perfecto en tus leyes, así no quedaré avergonzado.
Enséñame, Señor, tus mandamientos.
Los malvados me esperaban para matarme, pero yo meditaba tus preceptos. No me aparto de tus mandamientos, porque tú me has instruido.
Enséñame, Señor, tus mandamientos.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
No solo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios.
Aleluya.
Evangelio
Comieron todos hasta saciarse
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 14, 13-21
En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan el Bautista, subió a una barca y se dirigió a un lugar apartado y solitario. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Cuando Jesús desembarcó, vio aquella muchedumbre, se compadeció de ella y curó a los enfermos. Como ya se hacía tarde, se acercaron sus discípulos a decirle: «Estamos en despoblado y empieza a oscurecer. Despide a la gente para que vayan a los caseríos y compren algo de comer». Pero Jesús les replicó: «No hace falta que vayan. Denles ustedes de comer». Ellos contestaron: «No tenemos aquí más que cinco panes y dos pescados». Él les dijo: «Tráiganmelos».
Luego mandó que la gente se sentara sobre el pasto. Tomó los cinco panes y los dos pescados, y mirando al cielo, pronunció una bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos para que los distribuyeran a la gente. Todos comieron hasta saciarse, y con los pedazos que habían sobrado, se llenaron doce canastos. Los que comieron eran unos cinco mil hombres, sin contar a las mujeres y a los niños.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración sobre las Ofrendas
Inflama y santifica, Señor, nuestros corazones con el fuego de tu Espíritu, para que podamos celebrar esta Eucaristía con el mismo amor y entrega con que celebraba san Alfonso.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Antífona de la Comunión
No son ustedes los que me han elegido, dice el Señor, soy yo quien los ha elegido y los ha destinado para que vayan y den fruto y su fruto permanezca.
Oración después de la Comunión
Dios nuestro, que en san Alfonso María de Ligorio concediste a tu Iglesia un fervoroso apóstol de la Eucaristía, concédenos participar asiduamente de este sacramento y darte gracias por él eternamente.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.