Reflexión sobre el Evangelio
El cristiano no puede pasar por alto estas palabras de Jesucristo. Hay que arriesgarse, jugarse la vida presente a cambio de conseguir la eterna. «¡Qué poco es una vida para ofrecerla a Dios!…» (S. Josemaría Escrivá, Camino, n. 420).
La exigencia del Señor incluye renunciar a la voluntad propia para identificarla con la de Dios, no sea que, como comenta San Juan de la Cruz, nos ocurra como a muchos «que querrían que quisiese Dios lo que ellos quieren, y se entristecen de querer lo que quiere Dios, con repugnancia de acomodar su voluntad a la de Dios. De donde les nace que muchas veces, en lo que ellos no hallan su voluntad y gusto, piensen que no es voluntad de Dios, y que, por el contrario, cuando ellos se satisfacen, crean que Dios se satisface, midiendo a Dios consigo, y no a sí mismos con Dios» (Noche oscura, I, cap. 7,3).