Reflexión sobre el Evangelio
El fuego expresa frecuentemente en la Biblia el amor ardiente de Dios por los hombres. En el Hijo de Dios hecho hombre alcanza ese amor divino su máxima expresión: «Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Unigénito» (Jn 3,16). Jesús entrega voluntariamente su vida por amor hacia nosotros, y «nadie tiene amor más grande que el de dar uno la vida por sus amigos» (Jn 15,13).
Con las palabras que nos transmite san Lucas, Jesucristo revela las ansias incontenibles de dar su vida por amor. Llama Bautismo a su muerte, porque de ella va a salir resucitado y victorioso para nunca más morir. Nuestro Bautismo es un sumergirnos en esa muerte de Cristo, en la cual morimos al pecado y renacemos a la nueva vida de la gracia: «Pues fuimos sepultados juntamente con Él por medio del bautismo en orden a la muerte, para que, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros caminemos en una vida nueva» (Rm 6,4).