Sábado 20 de agosto

Meditación

Hacer y enseñar

I. El mundo tiene necesidad de ejemplos vivos. El Señor nos pide a todos ser ejemplo de vida en medio de los afanes diarios y de un apostolado fecundo, y hemos de pedir para todas aquellas personas influyentes, los que de alguna manera han de ser el buen pastor, sean cada día más y más santos. En Jesucristo se da en plenitud la unidad de vida, la unión más honda entre palabras y obras. Con hechos de la vida corriente, vivida con heroísmo, hemos de mostrar a todos que Cristo vive. “Hemos conducirnos de tal manera, que los demás puedan decir, al vernos: éste es cristiano, porque no odia, porque sabe comprender, porque no es fanático, porque está por encima de los instintos, porque es sacrificado, porque manifiesta sentimientos de paz, porque ama” (S. Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa)

II. El amor pide obras: ‘coepit Iesus facere et docere’ (Hch 1, 1): comenzó Jesús a hacer y luego a enseñar: tú y yo hemos de dar testimonio del ejemplo porque no podemos enseñar lo que no vivimos. El buen ejemplo, consecuencia de una auténtica vida de fe, arrastra siempre, porque no se trata de dar testimonio de nosotros mismos, sino del Señor. Él es el único modelo en quien nos hemos de mirar con frecuencia. De modo principal debemos imitarle en la forma de tratar a todos. La caridad es el distintivo que Jesús nos dejó, y en ella nos han de conocer como discípulos del Señor: ‘En esto conocerán que sois mis discípulos: si os tenéis amor entre vosotros’ (Jn 13, 35). También debemos mostrar su doctrina en un trabajo intenso y bien acabado, en el modo sobrenatural de llevar la enfermedad, en el descanso, en los apuros económicos, en el éxito profesional, en el modo de divertirnos y en la alegría habitual, aun cuando nos cueste a veces sonreír.

III. Hacer y enseñar, ejemplo y doctrina. El apostolado “no consiste sólo en el testimonio de vida; el verdadero apóstol busca ocasiones para anunciar a Cristo con la palabra, ya a los no creyentes para llevarlos a la fe, ya a los fieles, para instruirlos confirmarlos y estimularlos a una vida más santa” (Concilio Vaticano II, Apostolicam actuositatem). A través de la propia vida, buscando las ocasiones para hablar, no desaprovechando ni una sola oportunidad que se nos presente, damos a conocer al Señor. Nadie como María Santísima ha escuchado y guardado la palabra de Dios (Lc 11, 28); a Ella nos encomendamos para sacar adelante nuestros propósitos de ejemplaridad en la conducta diaria.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s