Domingo 23 de octubre

30ª Semana del Tiempo Ordinario

Antífona de Entrada

Que Dios tenga piedad de nosotros y nos bendiga, vuelva sus ojos a nosotros, para que conozcamos en la tierra tus caminos y los pueblos tu obra salvadora.

Oración Colecta

Dios nuestro, que quieres que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, mira la abundancia de tu mies y dígnate enviarle trabajadores, para que tu Evangelio sea anunciado a toda creatura y tu pueblo, congregado por la palabra de vida y sostenido con la fuerza de los sacramentos, avance por el camino de la salvación y de la caridad.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.

Primera Lectura

La oración del humilde llega hasta el cielo
Lectura del libro del Eclesiástico 35, 15-17.20-22

El Señor es un juez que no se deja impresionar por apariencias. No menosprecia a nadie por ser pobre y escucha las súplicas del oprimido. No desoye los gritos angustiosos del huérfano ni las quejas insistentes de la viuda.

Quien sirve a Dios con todo su corazón es oído y su plegaria llega hasta el cielo. La oración del humilde atraviesa las nubes, y mientras él no obtiene lo que pide, permanece sin descanso y no desiste, hasta que el Altísimo lo atiende y el justo juez le hace justicia.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Del salmo 33
El Señor no está lejos de sus fieles.

Bendeciré al Señor a todas horas, no cesará mi boca de alabarlo. Yo me siento orgulloso del Señor. Que se alegra su pueblo al escucharlo.
El Señor no está lejos de sus fieles.

En contra del malvado está el Señor, para borrar de la tierra su recuerdo. Escucha, en cambio, al hombre justo y lo libra de todas sus congojas.
El Señor no está lejos de sus fieles.

El Señor no está lejos de sus fieles y levanta a las almas abatidas. Salva el Señor la vida de sus siervos. No morirán quienes en él esperan.
El Señor no está lejos de sus fieles.

Segunda Lectura

Ahora sólo espero la corona merecida
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 4, 6-8.16-18

Querido hermano: Para mí ha llegado la hora del sacrificio y se acerca el momento de mi partida. He luchado bien en el combate, he corrido hasta la meta, he perseverado en la fe. Ahora sólo espero la corona merecida, con la que el Señor, justo juez, me premiará en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que esperan con amor su glorioso advenimiento.

La primera vez que me defendí ante el tribunal nadie me ayudó; todos me abandonaron. Que Dios los perdone. Pero el Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas, para que por mi medio se proclamara claramente el mensaje de salvación y lo oyeran todos los paganos. Fui librado de las fauces del león. El Señor seguirá librándome de todos los peligros y me llevará salvo a su Reino celestial. A Él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Dios ha reconciliado conmigo al mundo, por medio de Cristo, y nos ha encomendado a nosotros el mensaje de la reconciliación.
Aleluya.

Evangelio

El publicano regresó a su casa justificado y el fariseo no
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 18, 9-14

En aquel tiempo dijo Jesús esta parábola por algunos que, teniéndose por justos, despreciaban a los demás: «Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: “Dios mío, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todas mis ganancias”. El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: “Dios mío, apiádate de mí, que soy un pecador”. Pues bien, les aseguro que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Oración sobre las Ofrendas

Mira, Señor, el rostro de tu Ungido, que se entregó a sí mismo en redención por todos, para que, por él, tu nombre sea glorificado en todas las naciones, y en todo lugar se ofrezca un único sacrificio a tu majestad, desde donde sale el sol hasta el ocaso.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Antífona de la Comunión

Enseñen a todos los pueblos a cumplir lo que les he mandado, dice el Señor. Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo.

Oración después de la Comunión

Te rogamos, Señor, que, alimentados con el don de nuestra redención, este auxilio de salvación eterna afiance siempre nuestra fe en la verdad.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

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