Reflexión sobre el evangelio
El Señor completa su enseñanza sobre la oración; además de ser perseverante y llena de fe, la oración debe brotar de un corazón humilde y arrepentido de sus pecados: ‘Cor contritum et humiliatum, Deus, non despicies’ (Sal 51,19), el Señor, que nunca desprecia un corazón contrito y humillado, resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes.