Reflexión sobre el evangelio
«Y si ustedes no se convierten, perecerán de manera semejante»: El que aquellas personas padeciesen tales desgracias no se debía a que fuesen peores que los demás, porque Dios no siempre castiga en esta vida a los pecadores. Todos somos pecadores y merecemos un castigo peor que el de las desgracias terrenas: el castigo eterno; pero Cristo ha venido a reparar por nuestros pecados y nos ha abierto las puertas del Cielo. Nosotros tenemos que arrepentirnos de nuestros pecados porque sólo así Dios nos librará del castigo merecido. «Cuando venga el sufrimiento, el desprecio, la Cruz, has de considerar: ¿qué es esto para lo que yo merezco?» (S. Josemaría Escrivá, Camino, n. 690).