Meditación
Santo Rosario
I. El amor a la Virgen se manifiesta de muy diferentes maneras. En el Santo Rosario, la oración mariana más recomendada durante siglos por la Iglesia, la piedad nos muestra un resumen de las principales verdades de la fe cristiana. Nuestra Señora nos enseña a contemplar la vida de su Hijo. Ella nos habla siempre del Señor: de la alegría de su Nacimiento, de su muerte en la Cruz, de su Resurrección y Ascensión gloriosa. Con la consideración de los misterios, la oración vocal –el Padrenuestro y las Avemarías- queda vivificada. La vida interior se enriquece con un hondo contenido, que es fuente de oración y contemplación a lo largo del día: nos identifica con los sentimientos de Cristo, gozamos con Cristo gozoso, nos dolemos con Cristo paciente, vivimos anticipadamente en la esperanza la gloria de Cristo resucitado.
II. El Rosario en familia es una fuente de bienes para todos, pues atrae la misericordia del Señor sobre el hogar. “Tanto el rezo del Ángelus como el del Rosario, deben ser para todo cristiano, y aun más para las familias cristianas, como un oasis espiritual en el curso de la jornada, para tomar valor y confianza” (Juan Pablo II, Ángelus en Otranto, 5-X-1980).
III. Algunas personas se excusan diciendo que se distraen con frecuencia cuando rezan el Santo Rosario, y que “para rezarlo mal es mejor no rezarlo”. Enseñaba el Papa Juan XIII que “el peor de los rosarios es el que no se reza”. Si nos esforzamos, cada vez podemos rezar mejor el Santo Rosario: cuidando la pronunciación, las pausas, la atención, deteniéndonos unos instantes para considerar el misterio que iniciamos, ofreciendo dicho misterio por una intención concreta. La Virgen sabe que es muy difícil evitar las distracciones y acepta nuestro esfuerzo. Un día, el Señor nos mostrará las consecuencias de haber rezado con devoción, aunque con algunas distracciones, el Santo Rosario: desastres que se evitaron por especial intercesión de la Virgen, ayudas a personas queridas, conversiones, gracias extraordinarias para nosotros y para otros. ¡Madre mía, Virgen Santísima, ayúdame a rezar con devoción el Santo Rosario que tanto te gusta!