Reflexión sobre el evangelio
Estas palabras son la proclamación de la actitud fundamental del alma de la Virgen María. Así lo expone el Concilio Vaticano II: «A lo largo de la predicación de Jesús, recogió (María) las palabras con las que el Hijo, situado en el Reino más allá de las consideraciones y de los vínculos de la carne y de la sangre, proclamó bienaventurados (cfr Mc 3,35; Lc 11,27-28) a quienes escuchaban y guardaban la palabra de Dios, como Ella misma lo hacía con fidelidad (cfr Lc 2,19.51)» (Concilio Vaticano II, Const. Dogm. Lumen gentium, n. 58). Por tanto, con esta respuesta Jesús no rechaza el encendido requiebro que esta buena mujer dedica a su Madre, sino que lo acepta y va más allá, explicando que María Santísima es bienaventurada además por haber sido buena y fiel en el cumplimiento de la palabra de Dios.